martes, 13 de marzo de 2007







Sin juego, los niños pueden enfermar !


“...Es que este muchachito no quiere sino vivir jugando”, “cree que lo único que tiene que hacer es jugar”, “por estar jugando no hace tareas”, “vio, regó la leche por andar jugando”, “¿cuando está jugando en el computador, si se concentra?”... son lamentos y quejas frecuentes en el espacio, familiar, escolar y clínico. Desde el primer momento de su inserción en el mundo, el ser humano inicia un proceso de desarrollo social, en el cual, el juego se instaura como elemento esencial para tal fin. A través del juego, el niño pone en escena aquello que le ha marcado su existencia; reafirma sus afectos, expresa sus temores, exterioriza los vínculos que en la relación con el “Otro”, lo determina como ser humano . Esta relación vincular se dá en primer lugar en la familia, pasando luego a la escuela; espacio en el cual el niño descubre una manera nueva de hacerse un lugar en el mundo, estableciendo lazos de afecto y rivalidad con sus pares, escenificando en sus juegos su realidad psíquica, es decir, aquella verdad interior que construyó a partir de su relación con las figuras parentales.

El juego, es el acto que permite al niño tramitar los pasajes que le han dejado huella. Es allí, en esos actos de juego infantil, donde se establecen las primeras normas de convivencia; en el juego, los niños no requieren de un Otro, que les indique que hacer y como hacerlo. Las normas y reglas son construidas por un bienestar propio, las acomodan de manera particular a cada situación, hasta que llegado el momento oportuno, esas normas de juego se convierten en reglas, que como su nombre indica, regulan su relación con los otros; relación sostenida por sentimientos de ambivalencia, amor y odio, paz y agresión. Es por medio del juego que los niños liberan la tensión que les es propia en su proceso de estructuración psíquica.

De este modo, comprendemos porqué, de no ser por el juego, el niño terminaría desarrollando un desequilibrio psíquico, como lo sostiene F. Schneersohn, (psicólogo estudioso del desarrollo infantil), cuya tesis de trabajo es que: “la neurosis infantil surge como consecuencia de un déficit en los juegos y que esta puede ser curada salvando dicho déficit” Es esta, una invitación a recordar que la vida del niño está hecha para jugar; sin embargo en el diario vivir y en los afanes de la modernidad casi hay que tener horario especial para hacerlo. Así como se tiene el horario para la clase de música, la de tenis, natación o arte, ¿habrá que inscribir al niño en una clase especial de juego?
En la actualidad, los cuentos de hadas, los príncipes y princesas han perdido validez, ya no se les reconoce como esa fuente generadora de imaginación y fantasía, donde el niño encontraba un modelo de identificación. Poco a poco, estos cuentos fantasiosos, al igual que las muñecas de trapo y los carros hechos con pedazos de cartón, han quedado en la memoria de quienes pudieron vivir en un tiempo y en un espacio diferente al actual. Ahora, los juegos violentos en los niños se han convertido en una constante, lo que provoca angustia y miles de cuestionamientos en padres, maestros y adultos inquietos por el mundo infantil; no obstante, hay que tener presente que con sus juegos, los niños tramitan aquellas huellas que les va dejando marcado su ser ; y aunque estos cambien de forma, su función psíquica se conserva. Es por ello, que en el espacio escolar y familiar hay que privilegiar el juego, a lo académico, asunto difícil de asumir.
Observando cuidadosamente a lo que juegan, nos damos cuenta como “los niños repiten en sus juegos todo aquello que en la vida les ha causado una intensa impresión y de este modo procuran un exutorio a la energía de la misma, haciéndose por decirlo así, dueños de la situaci. En el juego libre, el espontáneo, ese que emerge naturalmente, podemos descubrir el enigmático mundo que les envuelve.
Reconociendo que el juego es condición natural del niño, será necesario rescatarla del mundo de la modernidad?. ¿Será que a maestros y padres, les asusta reconocer lo que de ellos expresan los niños en los juegos?... No hay entonces, porque hacer juzgamientos moralistas de los juegos agresivos de nuestra época, no es que anteriormente las guerras sociales y conflictos familiares no existieran, seguramente se abordaban de manera diferente, lo que impedía de algún modo el contacto directo del niño con su realidad, asunto que hoy, es difícil evadir, bien sea por los avances tecnológicos o por el desarrollo mismo de los niños, quienes cada día se muestran mas susceptibles a la realidad que les subyace.

¿Será cuestión de reconocer y aceptar que en los niños : “la vida está dominada enteramente por el juego, constituyendo así el fundamento del núcleo infantil caracterizándose este por su aspecto mágico, desempeñando el niño su papel en el juego como si se tratara de una realidad, de allí que el niño viva la realidad como un juego y el juego como una realidad.” [4]? Retomemos aquí, que tanto el espacio familiar, como el escolar, son escenarios donde los niños tramitan su realidad, en estos espacios, ponen de manifiesto lo que les acontece, sea del orden de lo imaginario, de lo real o lo simbólico, por lo tanto, son escuela y familia, quienes posibilitan o inhiben la libre expresión de la realidad psíquica, la cual insistimos una vez más, se construye y se manifiesta a través del juego.
Queda después de lo dicho, un llamado a la reflexión sobre el acto educativo, para trascender de las vertientes ligeras de la modernidad donde no hay “tiempo” para jugar, a posibilitar una construcción mas amable de la realidad psíquica de los niños, donde el juego retome el valor fundamental que les permita tramitar todos aquellos conflictos que les estructurará su manera particular de hacerse un lugar en el mundo...

¿Y del lado de la intervención del psicólogo qué podemos decir, aparte de lo expuesto hasta el momento?, solo lo siguiente: Descubriendo lo que los niños dicen en el juego, podemos aproximarnos a su realidad psíquica, por tanto se convierte el juego en el medio privilegiado para establecer la transferencia en el espacio clínico ( puede evidenciarse en el caso de la muñeca flor, expuesto por Francoise Dolto, en su texto el juego del deseo), de este modo tenemos la mejor herramienta de trabajo, con la cual, podemos apostarle desde el trabajo terapéutico a rectificaciones subjetivas, que les permita hacerse a un lugar mas amable en su relación con el Otro.

El juego como herramienta terapéutica, brinda la información lingüística, necesaria para desentrañar los contenidos pulsionales, que determinan en el niño su forma particular de relacionarse con los otros, con el saber y con el Otro.
Escuchando el mensaje latente que contiene el discurso del juego, se obtienen los elementos requeridos para ayudarle al niño a construir su propio deseo y a establecer relaciones diferentes con aquello
que le resulte “problemático”.
Es característico de los niños y las niñas, combinar en sus juegos la ternura y la dulzura, como también dejar salir ese “Otro” feroz, capaz de terminar con el mas indefenso ser.

























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